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Éste soy yo

Nací en Zárate, Argentina, en 1976. Exactamente 26 días después del golpe militar. Mis padres, Hugo y Silvia, me contaron que cuando explotó el Arsenal de Marina, el 16 de octubre de ese año, estábamos en la calle a más de 25 cuadras del lugar de la explosión, pero por la onda expansiva casi me caigo de los brazos de mi tío (para mí me caí, pero nunca me lo quisieron decir).

Mi infancia y adolescencia fueron normales. Típica clase media de pueblo del interior bonaerense, padres comerciantes, escuela primaria pública y secundaria en colegio privado, deportista y de familia radical. Mi primera experiencia en radio no terminó bien. Nos sacaron del aire porque insultamos a la directora que me había expulsado del colegio a una semana de terminar quinto año. Por suerte, ese día no nos escuchó ni mi vieja. No es lo que parece. Tenía un currículum intachable y era un alumno ejemplar. Pero fuimos descubiertos con mi amigo Tato en nuestro primer acto de rebeldía en 17 años.

Rompí el cascarón cuando en 1994 me fui a La Plata a estudiar periodismo. Sabía que me gustaba preguntar. Dudé, y casi estudio psicología, pero me interesó más entender el mundo que a una persona. Fue recién entonces que conocí a Walsh, Capote, Hemingway. Todos queríamos trabajar en el Página 12 de Lanata o en la Rock and Pop con Pergolini. Me recibí de Licenciado en Comunicación Social en marzo de 1999 con un promedio de 7. No fui un alumno brillante. Aún me reprocho el 4 que me saqué en Filosofía y en Antropología después de estudiar meses.

Con el título bajo el brazo y más dudas que certezas, regresé a Zárate. A las pocas semanas comencé a trabajar en el diario El Pueblo, que un año después dejaba de salir jaqueado por la situación económica. Fue una especie de pasantía gratuita. En esos meses, comencé a trabajar en una revista mensual, «La Posta», cuyo responsable era Pablo Milanesi. Nos movilizaba la voluntad de investigar, denunciar y ser políticamente incorrectos. Teníamos esas ganas de cambiar el mundo que con el tiempo se van apaciguando. En mayo de 2000 hice patria y me fui a poblar el sur. Me esperaban en el diario El Chubut de Trelew. Llevaba 500 pesos en el bolsillo y ganas de trabajar en periodismo. Duré exactamente cuatro días. Desde Retiro llamé a mi madre para que me esperara con los mates que llegaba en 2 horas. No me creyó hasta que dos horas después abrí la puerta. Y le devolví a mi viejo los pocos más de 200 pesos que me habían quedado. Esa crisis existencial, esa sensación de fracaso, me duró varias semanas.

En diciembre de 2000, Jorge Román compró El Pueblo y volvió a editarlo. Pero en diciembre de 2001 el diario volvió a cerrar. La crisis no sólo me afectaba el bolsillo sino también mi autoestima: era la segunda vez que estaba en el cierre de un diario. El 22 de noviembre de 2002 me casé con Bettina y el 2 de diciembre estábamos arriba de un avión rumbo a España. Después de deambular por Barcelona, Alicante y Valencia, nos quedamos en Salou, provincia de Tarragona. Allí trabajamos en un hotel. Yo, que nunca había cambiado una lamparita, era responsable de mantenimiento. Pronto nos mudamos a Reus, ciudad en la que nació Gaudí. Trabajé en el aeropuerto para Ryanair, donde fui delegado de la UGT, en una fábrica, en un mayorista de materiales eléctricos, en una pizzería. Si querías, podías cambiar de trabajo todas las semanas. Y en mis tiempos libres comencé a escribir un libro sobre la Cooperativa Eléctrica de Zárate. A fines de 2005 volvimos a Argentina con Delfina, una beba hermosa de 1 año. A los pocos meses ingresé al diario El Debate de Zárate. El salario era bajo y la familia se había ampliado: en enero de 2007 nació Maitena.

Con los pocos ahorros que nos quedaban compramos una parada de diarios y revistas. La llamamos «Las Pibitas». Mi pensamiento inconsciente me señalaba que como no podía vivir de escribir diarios, me conformara con al menos venderlos. En agosto de 2007 salió a la calle «Utopías, dinero y poder, biografía no autorizada de la Cooperativa Eléctrica de Zárate». En el libro cuento cómo con el paso de los años la entidad se fue alejando de los ideales cooperativistas y por qué se convirtió en un botín de guerra para políticos locales. También tuve mi experiencia en el Estado. Trabajé en prensa municipal. Creí en ese momento que era un buen momento para llevar adelante un proyecto de comunicación institucional ajeno a la política partidaria, enfocado en las políticas del Estado, un proyecto sin propaganda, con información. Con pauta publicitaria equitativa, sin sobres para periodistas. Por un tiempo lo fue, pero irremediablemente, tarde o temprano, el poder termina queriendo comprar el silencio y la obsecuencia.

Hubo otros intentos de hacer periodismo en serio, como la revista «Uno X semana». Luis Felker fue el director ejecutivo y yo el editor periodístico. El sueño duró exactamente un año. No logramos despegar y nos quedamos sin energía para seguir. Y en 2016 con Christian Palacio abrimos la web de noticias deportivas Área18, que es el título de una novela de Roberto Fontanarrosa, a quien quisimos brindarle nuestro pequeño homenaje. Nacimos con el objetivo de rescatar el viejo espíritu deportivo, aquella idea que lo importante es el camino y no el resultado final, un medio con espacio para todos, para aquellos poco elegidos y para los miles que todos los días transpiramos alguna camiseta.

¿Sabías que Zárate tiene cuatro campeones mundiales? ¿Conocés a los zarateños que participaron en algún Juego Olímpico? ¿Te contaron alguna vez que un profesor de educación física y uno de los mejores entrenadores de remo del país escaló tres veces el Aconcagua? ¿Hay que estar medio loco para correr tres Dakar? ¿Sabés cuáles fueron los ascensos de categoría que movilizaron a toda la ciudad? ¿Te enteraste que a un zarateño lo llamaban en México «el rey del arco»? ¿Crees que alguien tiene la capacidad de nadar por el río Paraná desde Rosario hasta Buenos Aires? ¿O correr desde Buenos Aires hasta San Nicolás? Estas historias emocionantes y enriquecedoras fueron protagonizadas por zarateños. Muchas de estas gestas marcaron el carácter de la ciudad, deportistas que se convirtieron en ejemplos y embajadores de esta tierra, algunos de ellos ídolos de multitudes que se ganaron un lugar en el olimpo de los inolvidables. Pero no todas son historias de éxitos. Por eso el libro “Héroes del deporte zarateño” que publiqué en 2020, también habla de los imprescindibles, de los que intentan algo épico y no creen en imposibles, de los que creen que el éxito está en el camino. El libro fue publicado post pandemia a través de un financiamiento colectivo y las crónicas están inspiradas en algunas notas de Área18, página web que se extinguía por falta de recursos al mismo tiempo que nacía el libro. La muerte y el nacimiento. La vida circular. Y nunca dejar de intentarlo.

Mi vocación como periodista estuvo basada, primero, en mi experiencia como lector. El diario Clarín estaba todos los días en mi casa y leerlo era parte de la rutina. Desde entonces el mundo ha cambiado mucho. Muchos de los valores que hicieron fuerte al periodismo hoy tienen límites más difusos y las vías de información se multiplicaron hasta el infinito sin importar si lo que se dice es cierto. Hoy vale lo mismo lo que dice un perfil falso en una red social que lo publicado por periodistas profesionales. Y esto me sacó las ganas de hacer periodismo.

Pero acá estamos otra vez, recorriendo el camino. Nuevas circunstancias personales me trajeron nuevamente a Europa. Y desde acá escribiré un blog de crónicas, de buenas historias, de información profesional, sin ambiciones y que no tiene nada de innovador. Sólo deseo que, al leer las crónicas, pasen un buen rato.

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